Un café y una tostada, siempre en el mismo bar, en la misma mesa. Desde ella puedo ver la calle Espíritu Santo, por la que pasas a diario sobre las once de la mañana. Entras y te pides un café solo en taza pequeña, me das los buenos días y nos miramos. Es nuestra rutina, jamás sobrepasamos esa frontera. Qué tendrá tu mirada que hace que cada día a las once de la mañana esté en esa mesa, con mi café y mi tostada con unas gotas de aceite cortada en cuadraditos, esperando a que abras esa puerta.