No tengas miedo a la soledad

Una de las peores sensaciones a la que te puedes enfrentar en la vida es a la soledad no deseada. Da igual que todo el mundo haya pasado por ello en algún momento, que te digan que pronto estarás mejor o que nadie se muere por una situación así, pero cuando tú lo vives, cuando te sientes caer en un pozo sin fondo las veinticuatro horas del día, no hay nada que te haga pensar que llegará un día en el que esa sensación irá desapareciendo, dando lugar a otras, que posiblemente no sea la felicidad repentina, pero que al menos darán tregua a esa tristeza que creías que nunca desaparecería y sin apenas darte cuenta, un día esbozarás una pequeña sonrisa.

La soledad no deseada se puede vivir de muchas maneras: hay quien elige ahogarla en noches interminables, de cama en cama y rodeándose de personas que preguntan «¿una caña más?» en lugar de un «¿qué tal estás?» y las hay que se encierran en sí mismas, que lloran y se fustigan recordando aquello que fue y ya no es. Lo cierto es que no sabría decir qué caso es peor que el otro – yo soy más del segundo combinado con alguna noche del primero – pero lo que sí que tengo claro es que en ambas situaciones, además de sentirte totalmente vacía, tiendes a pensar que la otra parte está viviendo una vida de ensueño en la que la tristeza y el echarte de menos no tienen cabida. La soledad no deseada es muy mala compañera, esa es la única verdad, porque te hace débil y vulnerable, así que para luchar contra ella tienes que intentar agarrarte a la primera piedra que veas en ese pozo sin fondo en el que te estás dejando caer  y empezar a escalar sin mirar abajo.

Debes saber que es imposible convertir de un día para otro esa soledad no deseada en una que te resulte agradable e incluso en ocasiones la mejor elección de tu vida; sé que habrá personas que te habrán dicho que puede ser así, porque a toro pasado a todo el mundo le gusta dar lecciones, pero lamento decirte que no es verdad y para llegar a una situación de paz contigo misma, deberás esquivar muchos obstáculos y eso conlleva paciencia y mucho tiempo, pero es importante que sepas que si no tiras la toalla, lo puedes conseguir. Puede que este consejo te suene a libro de autoayuda, incluso a mí cuando lo releo me lo parece y me da un cierto repelús, pero te lo digo como alguien que lo ha vivido en primera persona, que me convertí en un ente que parecía hacer todo de manera mecánica, carente de cualquier sentimiento que no fuese la tristeza y que gracias a todo lo vivido, aprendí una de las mejores lecciones que me ha dado la vida: jamás de los jamases, por muy bien que estés con alguien, permitas que tu felicidad y tu día a día dependan de esa persona, porque lo bonito no es depender sino que cuando estés con alguien, seas capaz de compartir y aunar la felicidad de ambos. Sí, además de a libro de autoayuda suena tela de cursi, pero es una verdad como un templo.

Si has llegado a este texto de manera casual, no sé si te habrás sentido identificada, pero te recomiendo que no compares tu situación con la de nadie, que te tomes tu tiempo para estar sola – a mí me ayudó mucho reorganizar mis cosas, recolocarlas y deshacerme de todo lo que no me aportaba buenas sensaciones – que aprendas a conocerte como un ser único que no siempre dependa de un «nosotros», que hagas esos planes que siempre has querido hacer y que no has hecho, que te cocines esos platos que tanto te gustan, que te mimes, dedicándote tiempo a ti misma y por qué no, que te emborraches un día si te apetece y bailes y cantes a grito pelado hasta que salga el sol acompañada de buenos amigos, que aprendas a disfrutar de la compañía y no a necesitarla y un día, sin darte cuenta, te tumbarás en la cama y pensarás «oye, pues hoy no estoy tan mal».

Convertir la soledad no deseada en un camino más llano, tranquilo y feliz requiere mucho esfuerzo y tesón, pero en el momento que aprendas a convivir contigo misma sin sentir que es una situación obligada, es cuando empezarás a tomar decisiones conscientes y entonces estarás preparada para elegir otros caminos y apostar por compartirlo con otra persona, con varias o con ninguna. A partir de este punto, la vida te irá diciendo si tus decisiones son buenas o malas, pero estoy segura de que cuando mires hacia atrás y veas todos los baches que has superado desde el momento en el que decidiste agarrarte a esa piedra para no seguir cayendo en ese pozo sin fondo, te darás cuenta que la soledad a veces es el mejor camino para conocerte a ti misma y que te ayudará en momentos futuros a decidir de una manera más sensata y racional. Piensa un poco más en ti sin sentirte egoísta, hazme ese favor.

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