
Si vives en Malasaña, seguro que en más de una ocasión has escuchado frases del tipo «El barrio ya no es lo que era», «Malasaña en los ´80 sí que era auténtico», «En los ´90 daba miedo pasear por las calles de Malasaña de madrugada», «Ahora Malasaña se ha llenado de modernos»… ¿Os resultan familiares, verdad?
Hoy he decidido hacer este post en el que varios vecinos del barrio de toda la vida dan su opinión personal acerca de cómo ha cambiado Malasaña a través de las últimas décadas y comprobaremos que no es lo mismo vivir aquí que venir de visita a disfrutar del ocio o de los planes nocturnos.
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Ana Álvarez (38 años) y su familia han vivido en Malasaña desde siempre. Recuerda la década de los ´70 como un barrio amable en el que los niños podían salir a la calle a jugar y los vecinos se conocían como si se tratase de un «pequeño pueblo» dentro de una gran ciudad. Con la llegada de los ´80 nos cuenta la aparición de la droga en el barrio – en su portal era habitual encontrarse papel de plata y jeringuillas – y su madre volvió a ir a buscarla a la salida del colegio porque «la inseguridad en el barrio era una realidad».
«Supongo que la gente de otros barrios que iba al Penta o a la Plaza Dos de Mayo les parecería genial, pero para las personas obreras que vivíamos aquí la verdad es que el barrio perdió su encanto (…) A veces veo reportajes en la televisión que no cuentan toda la verdad; fuera de esos bares había yonkis atracando con jeringuillas y navajas. A mí me atracaron dos veces y todavía era una niña».
Ana Álvarez

Mar nació en 1988. Su madre y su abuelo vivieron toda su vida en la zona de Malasaña y aunque ella no conserva muchos recuerdos de los 80, es consciente de que los niños en esa década jugaban en los parques demasiado cerca de las jeringuillas, aunque según opina, se trató de que las plazas por aquel entonces fuesen lugares seguros para los más pequeños. El ambiente del barrio, más el diurno que el nocturno, es lo que más destacan ella y su familia y como contrapunto, reconocen que lo peor fue esa generación perdida que se vio tristemente afectada por el mundo de la droga.
Aún así, conserva recuerdos bonitos de entonces, como estar en El Boñar con su abuelo «El Cañita», casi siempre en la barra, y la mítica apuesta del bar de que pagaban un viaje a las Islas Canarias a quien fuese capaz de terminar el cocido.
«El cambio de década ya te digo que por mi edad no lo noté especialmente, mentiría si dijese lo contrario, pero sí considero que fue algo paulatino, que los ´90 – por lo menos los primero años – eran una continuación sin apenas diferencia»
Mar

Ana nos cuenta que a finales de los ´90 fue cuando llegaron los nuevos aires al barrio: la droga comenzó a desaparecer y fue sustituida por el botellón – lo que afectó a los vecinos por el ruido y la suciedad – pero confiesa que el ambiente era muchísimo mejor, «estudiantes jóvenes con ganas de pasarlo bien pero sin hacer daño a nadie y además comenzaron a aparecer comercios y negocios bonitos en la zona de la Calle Espíritu Santo, lo que hizo que vivir en Malasaña resultase mucho más seguro y tranquilo».
Un tweetero que vivió durante 30 años en el barrio opina que en realidad no hay época buena o mala, sino épocas distintas «Malasaña en los ´80 era divertida pero peligrosa, igual que Chueca» y confiesa que se escapaba a escondidas por la noche cuando todavía era un crío y que se llevó algún que otro susto. A finales de los 80 y principios de los ´90, su época universitaria, fue cuando más lo disfrutó y recuerda los ambientes más «Mod»: el Siroco – donde eran míticas las sesiones de Soul y Northern Soul y los sonidos más Mod de los sábados noche, a donde se acercaba a pinchar el mismísimo Juan de Pablos – el Shout o el Soul Club, que se encontraba en la Plaza de San Ildefonso y en su opinión era el mejor. No olvida tampoco el clásico Penta y la Vía Láctea, donde se encontraba con frecuencia a Kike Turmix o los hermanos Pardo, de Sex Museum. Encontrarse a mods y garajeros era habitual en las noches malasañeras.
«Con la llegada de los ´90 comenzó la etapa de los cafés, como el Ruiz, el Isadora o el Café del Foro, en la Calle San Andrés, donde había actuaciones de todo tipo».

Les pregunté también acerca de la llegada del 2000, qué opinaban acerca de eso que dice la gente de que Malasaña ha perdido su esencia…
«En absoluto: empezó la esencia de lo que hoy es Malasaña. Comenzaron a salir por aquí grupos de estudiantes y universitarios jóvenes, se empezó a cuidar más la estética de los locales y tiendas; surgieron los bares de tés, bollitos y magdalenas y creo que quien diga que Malasaña perdió su esencia es que nunca vivió en el barrio, que sólo estaba por aquí de visita para disfrutar de él unas cuantas horas del fin de semana. Mis padres, mis tíos, mis abuelos y vecinos del barrio de toda la vida, lo ven de la misma manera que yo».
Ana Álvarez
«Sí pienso que las cosas cambiaron, pero todo cambia, es pura evolución.. Lo importante es no perder la esencia y lo mejor de Malasaña es que es un pueblo en el centro de Madrid y nunca dejará de serlo mientras visitantes y vecinos tratemos de mantenerlo de esa manera. Sí reconozco que hay cosas del Malasaña de hoy en día que no me gustan, como el tema de aparcar o ese postureo que rodea al barrio y que nada tiene que ver con él. Parece que está de moda ser de Malasaña o vivir en Malasaña porque es muy cool, pero me gustaría que la gente que tanto admira este barrio supiese al menos la historia de Manuela Malasaña»
Mar
«Con la llegada de los 2000 ha mejorado la seguridad, las casas se han rehabilitado y en general es un barrio más bonito. Lo malo, es que ha venido gente con un alto poder adquisitivo a vivir aquí como si se tratase del Barrio Salamanca y quieras o no, eso lo condiciona todo, pero aún así sigue siendo una gozada dar un paseo por Malasaña o salir de noche… ¡A ver quién se atrevía a pasear solo por Espíritu Santo en los 80 y principios de los 90! La esencia de este barrio es que, aunque ya no vivo aquí, siempre que vengo me sigo sintiendo como en casa»

Definitivamente, cada década ha tenido su encanto; Ana se queda con el Malasaña de principios de los 2000, «cuando empezaban los sitios cucos y la gente que venía era muy sanota. Al de hoy en día le encuentro la pega de que parece más un negocio, que hay demasiado postureo y que a veces se ven locales que triunfan por tener un dueño determinado más que por el servicio que ofrecen y eso en parte se debe a esa tendencia de venir sólo al barrio para poder subir fotos a las redes sociales y decir que has estado en el sitio de moda».
Mar opina que «todas la décadas han tenido cosas muy buenas en el barrio, aunque si tuviese que elegir seguramente me quedaría con la década de los ´90, por coincidir con mi infancia, con los años que pasábamos el mismo tiempo en casa que en la calle, que hacíamos con nuestros padres la ruta del aperitivo y jugábamos en los columpios de Comendadoras, o cuando acompañabas a tu abuela a por el pan y tardabas hora y media por la cantidad de vecinos que te paraban por el camino (…) Tuve la oportunidad de vivir en primera persona lo bueno de este barrio cuando en el año 2011 estuve muy enferma y no había día que mínimo 10 vecinos no preguntasen por mí a mi madre. Cuando me recuperé me sentí la persona más querida del mundo y pude apreciar que los vecinos tienen tiempo para todo, para cotillear y para tenerte cariño porque te han visto crecer al fin y al cabo».
¿Cuál es vuestra opinión? ¿Cuál es la década con la que os quedaríais? Desde «Esto es Malasaña» quiero agradecer la participación de Ana, Mar y el «tweetero anónimo» por sus opiniones que seguro que nos hacen descubrir anécdotas de este barrio que muchos desconocíamos… ¡Muchísimas gracias por ayudarme a seguir llenando de contenido interesante este blog! ¡Sois maravillosos!