No creo en los amores de película

El amor nos vuelve a tod@s un poquito gilipollas. Esto es así, pero en el momento nos da exactamente igual, porque cuando un@ está enamorad@, ve la vida desde una perspectiva en la que todo es de color de rosa e incluso el mayor traspiés se convierte en una ligera caída entre nubes de algodón. En mi caso trato de no perder el norte y tener siempre los pies en la tierra, pero hay veces que resulta imposible y dejarse llevar puede ser realmente maravilloso, no nos vamos a engañar. El caso es que incluso cuando estoy enamorada siempre pienso que ese estado no va a durar eternamente (es más, dura más bien tirando a poquito), así que la experiencia en este campo (y las tortas que me he dado en él) me han enseñado a comprender que el amor nunca jamás es como lo que vemos en las películas. Y no, no es mejor – en este caso la ficción siempre supera a la realidad – porque por lo general las películas siempre suelen poner «The End» en los momentos más bonitos de las relaciones: cuando termina el verano, cuando te entregan las llaves para comenzar a convivir, cuando dices «Sí, quiero» o situaciones similares. Hasta ese punto, TODAS las relaciones son PERFECTAS (y si la tuya no lo es, te aconsejo que huyas como alma que lleva el diablo, porque estará abocada al más absoluto y doloroso fracaso).

Así que hoy he decidido poneros tres ejemplos de películas románticas que me han hecho llegar a la conclusión de que el amor en el cine es total y absolutamente absurdo si te paras a mirarlo con detalle. Empezaré por una de mis películas preferidas (para que veáis que en el fondo soy una romántica empedernida): Los puentes de Madison.

Los puentes de Madison
Los puentes de Madison

Francesca se queda unos días sola en su casa, sin su marido y sus hijos, y llega al pueblo un fotógrafo (Robert) para hacer un reportaje sobre los puentes de esa zona. Se gustan desde un principio y viven una historia de amor prohibida que ambos saben que terminará el día que regrese la familia de ella. Aún así, Robert le pide a Francesca que lo deje todo para irse con él, pero finalmente ella se queda en su casa de campo y él se marcha para seguir con su vida. Viven enamorados hasta el final de sus días (no vuelven a verse) y deciden que sus cenizas se esparzan en la zona de los puentes.

La película es preciosa, eso es innegable para los que nos encanta este género cinematográfico, pero ese amor resulta maravilloso precisamente porque es prohibido, secreto y sólo dura una semana. Si yo fuese Francesca, también me habría enamorado de Robert, pero, ¿qué habría pasado si ella decide abandonar a su familia por él? Seguramente tendría una depresión de caballo, porque dejar a tus hijos debe ser algo harto complicado que además ellos jamás le habrían perdonado y ella se habría cansado de viajar siguiendo a Robert a sus diferentes aventuras por el mundo adelante, porque eso está muy bien una temporada, pero toda la vida estoy segura de que a cualquier hijo de vecino le termina cansando. Además, si en alguna ocasión él se hubiese ido solo a un safari y yo fuese Francesca, andaría siempre con la mosca detrás de la oreja por si tuviese una amante en cada puerto.

El secreto de este amor reside precisamente en haberlo dejado en el momento álgido de la relación, en el que no se vivió ni un solo «por favor, cambia el rollo de papel higiénico cuando se termine» o «me da igual que la cama se deshaga todos los días, por las mañanas hay que ventilar y dejarla hecha», por poneros algunos ejemplos.

La segunda película que analizaremos, otro clásico entre los romanticones, es «El diario de Noa», que reconozco que yo jamás le he encontrado el punto.

El diario de Noa
El diario de Noa

En una residencia de ancianos, un señor muy simpático y atento lee a una señora con alzheimer una historia de amor escrita en su viejo diario. Es la historia de Noah Calhoun y Allie Nelson, dos jóvenes adolescentes de Carolina del Norte que, a pesar de pertenecer a clases sociales muy diferentes, se enamoran y pasan juntos un verano inolvidable, antes de ser separados, primero por la familia de ella (la madre se portó muy mal, hay que reconocerlo), y más tarde por una guerra.

¿Por qué es bonita esta historia? A mí no me lo preguntéis porque ya os he dicho que no le encuentro el punto a esta película, y la razón es muy sencilla: ¿Qué habría pasado si Noa y Allie se hubiesen intercambiado los papeles? Allie sería pobre, se habría quedado en el pueblo construyendo la casa de los sueños de Noa, alcoholizándose y con la total imposibilidad de mantener una relación con otra persona porque no sería capaz de olvidar al dulce muchacho y él le habría encontrado una sustituta más rápido que deprisa, con la que se comprometería y justo los días antes de la boda decidiría ir a ver a Allie para ver qué siente y valorar la opción de casarse o no. Estoy segura de que en este caso todos habríamos puesto el grito en el cielo, por infiel y jetas.

En la película, Allie de camino a Carolina del Norte seguro que iba pensando «Yo voy hasta allí, veo a Noa y a ver cómo se cuece el tema: si la cosa va bien, yo me acuesto con él y me hago la mejor despedida de soltera de la historia, que total, no se va a enterar nadie. Si veo que me compensa cortar con mi novio rico, pues le dejo plantado con todos los preparativos listos. Si veo que no estoy hecha para vivir en el campo o Noa se ha convertido en un mamarracho, cojo el coche y me vuelvo a la ciudad y que le den viento fresco».

Un consejo que os doy para ver las películas románticas es que intercambiéis siempre los papeles de los protagonistas, porque en ocasiones cambia mucho la historia. ¿Queréis otro ejemplo? Pues ahí va: Amelie.

Amelie
Amelie

Os confieso que yo ADORABA esta película, pero un día un amigo me dio su punto de vista sobre ella y comencé a verla de manera totalmente diferente. Esta es una pequeña sinopsis: Amelie no es una chica como las demás (esto no hace falta que lo jure). A los veintidós años, y tras una vida familiar un tanto extraña, descubre lo que quiere hacer el resto de sus días: arreglar la vida de los demás (o eso es lo que ella piensa). A partir de entonces, inventa toda clase de estrategias para intervenir en los asuntos de los demás: su portera, una estanquera hipocondríaca, o «el hombre de cristal». Entre todas estas historias, se enamora de Nino, un chico más raro que un tomate azul, que trabaja medio día en «el tren del horror» y el otro medio en un sex shop y que colecciona las fotos que la gente va desechando en las cabinas de fotomatón. Ella se obsesiona con él, pero prefiere un encuentro casual a una presentación directa, así que decide intentarlo una y otra vez, pero la cosa se complica en cada oportunidad.

Hagan la prueba, señor@s, e intercambien los papeles de Nino y Amelie. Vale que la película tiene una estética y una banda sonora ideal, pero si Amelie hubiese sido un hombre, y en lugar de Paris hubiese sido, qué sé yo, cualquier barrio normal de cualquier ciudad, con más días lluviosos que soleados, habríamos llamado a la policía más rápido que deprisa. Amelie sólo tiene un nombre (o dos): metiche y acosadora.

No es por nada, pero yo siento que me persiguen de esa manera – y no digamos ya si soy su vecina y entra en mi casa a cambiarme la pasta de dientes por la crema de los pies, que hay que ser mala pécora – y te aseguro que estoy en comisaría poniendo una denuncia que se le cae ese pelo de corte imposible que sólo a ella le queda bien. Pero claro, Amelie es dulce, tierna y su casa parece de muñecas y entonces incluso una perturbada mental como ella puede resultar más entrañable que un gatito jugando con un ovillo de lana.

Y aquí tenéis un breve resumen de por qué no creo en los amores de película. Vale que en la vida real por lo general las relaciones no suelen ser tan emocionantes y con el tiempo descubrirás que casi todas son muy parecidas, pero qué queréis que os diga: yo me quedo con un tipo normal, que se olvide a veces de nuestro aniversario o de cambiar el rollo de papel higiénico, pero que no me vuelva la cabeza del revés y que no me haga levantarme cada mañana como si viviésemos en una atracción de feria. Tranquilidad, señor@s, eso es lo que yo le pido a la vida amorosa, con una gota de picante de cuando en vez (y con eso me conformo). 

 

Canciones y recuerdos

Si hay algo que jamás podría hacer en mi vida es escribir sobre música. Se me da realmente mal – jamás me contratarían para hacer la crónica de un festival o de un concierto, os lo digo de verdad – pero como tras muchos meses de (medio) silencio he vuelto a disfrutar de la música, hoy os quería poner la lista de de mis canciones preferidas del momento relacionadas con recuerdos; algunas me producen felicidad y otras algo de melancolía, pero esa es la salsa de la vida… ¡Espero que lo disfruten tanto como yo!

(El orden va según se me han ido viniendo a la cabeza, no por preferencia)

JUST BREATHE (PEARL JAM)

De Pearl Jam podría elegir unas cuantas, pero últimamente esta es la que más escucho. Me gusta Eddie Vedder porque me trae recuerdos muy bonitos, como el concierto de Milán al que fui a verles celebrando mi cumpleaños. Este año espero repetir experiencia si confirman que finalmente tocarán en Europa y Roma o Lisboa será uno de mis destinos elegidos. (Además, físicamente se aproxima mucho a mi ideal de belleza masculina, y esa voz… Si, estoy un poco enamorada de él, no lo puedo negar).

LOVE IS A LOSING GAME (AMY WINEHOUSE)

Amy es una de mis voces femeninas preferidas sin duda alguna. Valerie o esta canción siempre me ponen los pelos de punta. Si no habéis visto el documental dirigido por  Asif Kapadia «Amy (La chica detrás del nombre)» os lo recomiendo para que entendáis un poco más sobre esta mujer que siempre tiene una canción perfecta para cuando estás triste o para cuando estás contenta.

COLD COLD GROUND (TOM WAITS)

Esta canción me recuerda a mi más tierna juventud, cuando era tonta perdida y creía que los tipos atormentados y oscuros podían cambiar, enamorarse y ser los novios perfectos. Eso jamás pasa, advertid@s quedáis, pero curiosamente siempre dejan huella en tu vida y con el tiempo logran que se conviertan en recuerdos bonitos. Y además, todo el mundo debe vivir un amor así. Duelen, pero a la vez son maravillosos (duren el tiempo que duren).

PARDO

Muchas veces cuando siento morriña, llego a la oficina, veo este vídeo de Pardo, y me pongo más morriñenta todavía, pero de esa morriña que da gustito  y que te trae a la cabeza momentos que te hacen feliz. Pardo me recuerda a Coruña, a las noches compartidas con amigas de toda la vida, a ir de bar en bar y beber cerveza hasta altas horas de la madrugada. Cuando pienso en esas noches y en esos momentos, siento ganas de volver a Galicia y él me hace recordar de dónde vengo y qué cosas no me gustaría que cambien nunca en mi vida.

FAHRENHEIT 451 (IVÁN FERREIRO)

Me gusta Iván Ferreiro. Pero mucho, no os lo podéis imaginar. El año pasado fui a tantos conciertos de él que no logro contabilizarlos, pero esta canción se convirtió en una de mis favoritas porque me recuerda al mes que viví con uno de mis mejores amigos. Consiguió que el que podría haber sido uno de los peores momentos de mi vida fuese simplemente un tanto melancólico, pero sin dramas. Y es que cuando son las tres de la mañana y alguien entra en tu habitación a traerte una infusión para saber si estás bien, entonces sabes que algo no debes de estar haciendo tan mal si cuentas con amigos como él.

TENDRÁS QUE HACERLO MEJOR (DELUXE)

Deluxe me recuerda a una época muy feliz de mi vida: Amor, viajes y mi primera experiencia profesional «seria». Y un día llegó la crisis y me despidieron y yo, que estaba muy arriba de ánimo, pensé en enviarle esta canción a mi ex-jefe, una idea peregrina que en aquel momento me parecía la más maravillosa del mundo. Gracias a Dios no lo hice, porque a las dos semanas de paro me volvieron a llamar. Muchas veces me pregunto qué habría pasado si mi inconsciente juventud hubiese apostado por enviarle como respuesta esta canción…

BELLEZA Y MIEDO (RICARDO VICENTE Y ZAHARA)

Descubrí a Ricardo Vicente a través de mis compis de oficina Desvelo, y aunque suelo escuchar su disco en bucle, ahora esta canción es mi preferida. Os diré que yo no suelo ir a muchos conciertos porque siento una cierta angustia cuando me veo rodeada de mucha gente, y posiblemente los conciertos de Ricardo Vicente son los que más me han hecho olvidar lo que tengo alrededor. Eso sólo puede significar cosa buena, y con Zahara son sencillamente el combo perfecto.

TESOROS (ANTONIO VEGA)

Y aunque los años me han hecho comprobar que los hombres atormentados no cambian ni aunque les ames con toda tu alma, reconozco que tienen algo que me encanta. De Antonio Vega se ha hablado mucho, pero estoy segura de que no debía tener una personalidad fácil y que yo me habría enamorado de él, eso seguro. Desordenada habitación y Tesoros son algunas de mis canciones preferidas. Adoro su aire melancólico y me encanta escucharle desde la cama esos días que te apetece no dejar de soñar.

VISA PARA UN SUEÑO (JUAN LUIS GUERRA)

Amo a Juan Luis Guerra, señores, le amo por encima de (casi) todas las cosas. Me recuerda a mi infancia, que siempre me dormía escuchándole en el walkman, a mi adolescencia, que lo bailaba sin parar y a mi época en la que os he contado que era tonta perdida y me enamoraba de quien no debía. Esta y Si tú no bailas conmigo son de mis preferidas, pero reconozco que todos y cada uno de los recuerdos que me evoca este hombre son sencillamente maravillosos.

LA COMPLICIDAD (PEROTA CHINGÓ)

Descubrí a este grupo de puritita casualidad y cuando me enteré que el año pasado habían estado en el Campo de la Cebada, casi lloro de pena por no haber ido a verles. Me transmiten buen rollo, incluso cuando tengo ganas de mandar todo a tomar viento fresco, así que por las mañanas suelo despertame con ellos y canto sus canciones en la ducha. Sí, yo soy de esas que bajo el agua se cree que tiene una voz prodigiosa, qué le vamos a hacer…

Y UN EXTRA… CLUB DE FANS DE JOHN BOY (LOVE OF LESBIAN)

Antes odiaba con todas mis fuerzas a este grupo, pero hace un par de años comencé a enamorarme poquito a poco de ellos. Me recuerda a mis amigas de siempre, a amigos que se cruzaron en mi camino y ya no han salido de él y me hace pensar que todo el mundo puede cambiar, incluso yo, y que los cambios no siempre tienen que ser malos, sólo es cuestión de aceptarlos y valorar si te compensan en tu vida.

Si os digo la verdad, he disfrutado mucho haciendo esta lista, así que creo que será una sección habitual en mi blog – y posiblemente la haga también con libros, cine y lo que se me vaya ocurriendo… Ah! Y porque si no lo pongo puede que se me olvide, os voy a dejar aquí uno de esos canales de Youtube que me tiene muy atrapada con sus versiones, a ver qué os parece; se llaman PostmodernJukebox y me encanta esta de Sorry:

Mi primer año como autónoma: mi experiencia personal

El próximo mes haré un año como autónoma, esa palabra que asusta a muchos pero de la que también podemos sacar la parte positiva. He querido resumiros los ocho puntos que yo considero importantes para tener una buena organización; algunos puede que os suenen muy evidentes, pero es fundamental que los tengáis en cuenta para que comprendáis que es posible ser autónomo y que no trabajes 365 días del año, 24 horas.

1. Darte de alta en Hacienda y en la Seguridad Social: Asusta, pero es un trámite muy rápido y sencillo de completar. En internet encontraréis muchas webs que os hablen de este punto, pero yo debo reconocer que en las oficinas me facilitaron toda la información necesaria y en una mañana lo tuve todo solucionado. Si es la primera vez que vas a ser autónomo, puedes optar a la tarifa plana, que en infoautónomos nos explican muy bien:

  • Primeros 6 meses: 50 euros justos de la cuota por contingencias comunes. Esta cantidad entró en vigor el 10 de octubre de 2015, hasta entonces ascendía a un 80% de reducción de la cuota, con lo que con las bases y tipos de 2015 se quedaba en 53,59 euros.
  • Meses 7 al 12: 50% de reducción durante el segundo semestre, que se quedaría en 2015 en 134,06 euros.
  • Meses 13 al 18: 30% de reducción durante el siguiente semestre, que se quedaría con las bases y tipos de cotización de 2015 en 186,25 euros.

En la red os podréis ir informando de todas las novedades que surgen al respecto. Cuando eres autónomo es bueno que revises de vez en cuando las últimas noticias sobre estos temas y hay webs que facilitan de manera muy rápida y sencilla esta información.

2. Contactar con un gestor, para mí, el dinero mejor invertido: Yo decidí desde un principio contactar con un gestor de confianza – siempre vas a conocer a alguien que te pueda aconsejar a alguno que no suponga un gasto enorme al mes – y me ayudó a saber todo lo que tenía que hacer en el momento en el que comencé los trámites. Para mí es una tranquilidad contar con la ayuda de alguien que entiende sobre el tema y me llama cada vez que hay alguna novedad o al que yo puedo hacer cualquier tipo de consulta. El mío, por ejemplo, me ayuda a resolver temas de facturas, saber qué gastos puedo incluir y cuáles no, me gestiona los temas del IVA trimestral, etcétera. Si eres organizad@, puede que tú mismo puedas gestionar este tema. Yo creo que para estas cosas, a mí me viene mejor contar con él. Es un gasto más en el mes, pero una cosa menos que me quita el sueño.

3. Organiza tus facturas y tus gastos mensuales en carpetas y haz un cuadro en Excel con toda la información, para que no te pille el toro: Reconozco que esto yo no lo hice desde un principio y es un gran error, así que te recomiendo que este punto no te lo saltes. Cómprate un A-Z, una carpeta clasificadora o lo que te venga mejor, pero vete metiendo en cada apartado las facturas que tú emites y tus gastos, organizados por fechas y además, para que lo tengas todo mejor controlado, prepara también una carpeta en el escritorio de tu ordenador con toda esa información. Para mí la manera más sencilla es hacer un cuadro de Excel con pestañas de ingresos y gastos por cada trimestre. Esto te facilitará mucho las cosas en el momento de tener que presentar el IVA trimestral.

4. Organiza tu espacio de oficina, sea en casa, en un coworking o donde más te guste: Para mí es muy importante que cada día de la semana que te toque trabajar, te levantes y tengas un lugar que sientas como oficina y que esté lo más confortable posible: Tener un escritorio donde dejar tus cosas, que no anden cada una por un lugar diferente de la casa, que sea luminoso y lo suficientemente amplio como para que no te sientas agobiado entre papeles: Piensa que pasarás muchas horas allí, así que dedícale el tiempo necesario para ponerlo a tu gusto.

5. Organiza tus horarios: Este es también un punto fundamental y que a los autónomos a veces (con más frecuencia de la que querríamos) se nos escapa de las manos, así que trata de habituar a tus clientes a que comprendan que también tienes vida, puede que a algunos les cueste llegar a entenderlo, pero créeme que es posible. Y recomendación personal (siempre que tu trabajo te lo permita), desactiva las notificaciones del mail en tu tiempo libre. ¡Verás qué sensación tan agradable!

6. Organiza tu agenda: Yo soy de esas personas que necesita apuntar todas mis citas y tareas en una agenda y eso me ayuda mucho a organizar mi tiempo. Tener sobre la mesa, además de la agenda, un planning mensual donde puedas apuntar las citas y tareas más importantes, te ayudará a que no te veas tan saturado de trabajo algunos días de la semana. Verlo a principios de semana te ayudará a saber qué días vas a tener más libres para trabajar en otras labores, como presentar proyectos a posibles interesados, contactar con personas que creas que pueden necesitar de tus servicios, etcétera. Hay quien es más tecnológico y todo lo apunta en el ordenador, pero yo sigo necesitando del papel y el boli. Si, yo soy una autónoma de la EGB…

7. Organiza tus gastos: Sé que este es un punto que trabajadores por cuenta propia o ajena deben de tener en cuenta, pero los autónomos ingresamos un dinero en cada factura que no podemos gastar para luego pagar la temida trimestral y nuestras cuotas, así que es importante que no lo olvides ningún mes para que no te veas con el agua al cuello y comiendo arroz día sí, día también hasta que vuelvas a cobrar. Yo trato de separarlo cada mes, lo que también te enseñará a gestionar tu economía. Este punto es de los más importantes… ¡Recuérdalo desde el mismo día que te des de alta como autónom@!

8. Organiza tu tiempo libre: Vale, somos autónomos, pero también tenemos derecho a descansar y a disfrutar del ocio. Tienes que aprender a desconectar y a entender que el mundo no se va a caer si te permites irte a cenar un día con amigos o a pasar un fin de semana en tu ciudad preferida. Avisa a tus clientes de que esos días no estarás disponible, disfruta de la buena compañía y, muy importante, evita hablar de trabajo, que la vida se compone de muchas más cosas que merecen la pena. Además, desconectar te ayuda a retomar el trabajo de mucho mejor humor a principios de semana. Ser autónomo no significa serlo 365 días del año, 24 horas, ¡Recuérdalo siempre!

Que nadie te diga cómo vivir tu vida

 

Como ya sabéis, el 2015 fue un año de mierda para mí, pero una vez pasado y con una actitud mucho más positiva, debo deciros que estos últimos meses me han enseñado muchas cosas. Y es que como dijo Anita Obregón el otro día en una entrevista, la felicidad son esos momentos que uno vive entre putada y putada, y la infelicidad es precisamente creer que la felicidad es una constante, porque eso es lo que genera la frustración, creer que se puede vivir permanentemente feliz.

De mí misma he aprendido también muchas cosas que creo que me han hecho mejor persona, y es que no hay mal que por bien no venga, pero lo más importante de todo es que he aprendido a vivir la vida tal y como yo creo que es buena, sin dejarme influir por lo que se supone que es lo correcto. 

f6a0e2cc7c67d5b3be0cd2efafa51fe7Durante mucho tiempo creí que lo bueno era seguir el camino que la vida – o la educación que a mí me han dado – te marca: Estudiar una carrera, conseguir un trabajo estable, tener una pareja, conocerla, irte a vivir con ella, casarte, tener hijos, educarles bien, que estudien una carrera, y vuelta a empezar. Pero no: He estudiado una carrera que me ofreció trabajos que hoy en día he descubierto que no me llenaban nada en absoluto. Me gusta haber tenido la oportunidad de trabajar en algo que me gusta e ir formándome poco a poco, lo que me ha hecho descubrir de mí misma que me gusta estudiar, tener iniciativa y ser más creativa. Me gusta tener una pareja estable, pero también he descubierto la magia de no tenerla, de disfrutar de momentos con personas que te hacen feliz un día, una semana o lo que dure, sin compromisos, sin amor, sin celos, sin llamadas rutinarias para preguntar qué tal tu día. He descubierto que vivir sola también tiene sus ventajas, como mantener tu orden o comer a las cinco de la tarde tirada en un sofá viendo la película que tú has escogido. No quiero casarme, nunca lo he querido, y el instinto maternal brilla por su ausencia (por lo menos hasta el momento). Y he aprendido que a veces, cambiar de raíl, es la opción que te puede ayudar a ser mucho más feliz, aunque no sea lo que los demás esperan de tí.

He aprendido también que mientras un@ viva la vida como quiera, sin hacer daño a nadie, lo demás poco debe de importar; el qué dirán, las miradas constantes que parecen juzgarte, las conversaciones de otras personas que llenan sus cafés y sus vidas hablando de la tuya como si estuvieran en la posesión absoluta de la verdad o las miradas de reprobación, han pasado a importarme entre cero y nada en cuestión de meses. «La vida dirá» es una de las frases que más utilizo últimamente, y es que así es como debe de ser: Si tú decides seguir el camino que la vida te marca, puedes ser tremendamente feliz, pero si decides salirte de él, también. Debo decir que precisamente esos momentos que han surgido de manera espontánea en este 2015 son los que me han dado la felicidad, sin que ello suponga que mi vida es un caos; sí, así ha sido en determinados momentos, tampoco os quiero engañar, porque el sentirme perdida ha sido una de las sensaciones que más he tenido este año en algunos aspectos, pero que nadie se engañe, que ese sentimiento lo tienen incluso aquell@s que tus padres siempre te ponen de ejemplo en las comidas familiares.

b35eeed634e72420b6afa6573b43ff72Nadie debería decirte cómo vivir tu vida. Nadie debería decirte qué camino debes escoger. Crecer significa muchas veces equivocarte, caer, llorar, pero… ¿Sabéis el placer que supone el escoger tú mism@ el camino y saber que si no lo hubieses probado, te arrepentirías toda la vida?

La vida no siempre va a ser feliz, pero precisamente esa es la magia, así que aprende a disfrutar de esos instantes, que pueden durar segundos o años. No hacer daño a nadie, tener la conciencia tranquila y tomar decisiones sin dejarte arrastrar por la marea, por lo que el sendero te marca como el camino fácil, es el secreto para sentirse bien con un@ mism@. Y ese es el primer paso para alcanzar la felicidad. Déjate llevar, no tengas miedo y sonríe cuando tengas que sonreír y llora o acuéstate todo el día a escuchar música melancólica cuando te venga en gana. Eso es la vida, no pretendas ser Mr. Wonderful 365 días del año, que incluso a aquell@s que en Instagram te muestran desayunos fabulosos, habitaciones perfectamente decoradas o posturas de yoga imposibles, también les salen granos, sufren por amor o se sienten perdidos entre foto y foto.

Yo me he propuesto intentar vivir como yo creo que debo vivir. No sé si escogeré la opción correcta o me pegaré un buen batacazo, ya sabéis… «La vida dirá»

 

Porque trabajar en algo que te gusta también es trabajo

Estudié relaciones laborales. Antes de terminar la carrera, empecé unas prácticas en una empresa de selección de personal y luego me quedé trabajando allí. Fueron unos años maravillosos, quizás de las experiencias laborales más bonitas que he tenido en mi vida – en España todavía no había llegado la  crisis y el ambiente laboral era inmejorable. De pronto llegaron las fusiones, las absorciones y mi puesto de trabajo peligraba. Me surgió una oferta en una empresa similar y decidí marcharme, pero parecía que las fusiones me perseguían, así que ese trabajo no duró tanto tiempo como yo habría deseado. Entonces me planteé hacer un máster y lo compaginé con trabajos temporales que me proporcionaban algunos ingresos y que hacían que mi nivel de  estrés fuese entre cero y nada. No es que me llenasen demasiado (por no decir que no me llenaban absolutamente nada) pero fue una época feliz y tranquila en la que seguía buscando trabajo de lo mío. Galicia en época de crisis no es el mejor lugar para encontrar trabajo, pero finalmente llegó y volví a trabajar en selección para una empresa de externalización de servicios. Esa fue quizás la peor experiencia laboral de mi vida, pero aprendí algo muy importante: Qué clase de persona no quiero ser jamás, así que aunque recuerdo esa oficina como gris y lluviosa, algo saqué en limpio (además de a dos personas a las que considero amigas, que no es poco).

Durante los últimos meses en Coruña, colaboraba con algunas webs como editora con temáticas que no me atraían demasiado – venga, os confieso que llegué a escribir la biografía de Kiko Hernández, ya podéis matarme – y alguien me ofreció por primera vez la oportunidad de trabajar como Community Manager, un término del que no había escuchado hablar hasta ese día… ¡Yo, que no tenía ni internet en el móvil y mis amigas se reían de mí porque no sabía ni lo que era un whatsapp! Pero tuve una reunión y acepté comenzar a compaginarlo con mi trabajo «real». La empresa no tenía demasiada chicha, de hecho era un proyecto que se  veía que no iría para adelante, pero yo aprendí muchas cosas y me sirvió para darme cuenta de que era un mundo que me gustaba.

Fotografía: http://under30ceo.com
Fotografía: http://under30ceo.com/

Y de repente llegó Madrid. Encontré un curso – máster (qué más da la terminología, lo importante es que a mí me sirvió para aprender muchas cosas) para convertirme en «Community manager» de manera oficial y poder tener un título (maldita «titulitis«) que me acreditase para poder gestionar las redes sociales de posibles proyectos a los que comencé a enviar propuestas. Y así fue como nació (o quizás siempre lo he tenido, pero nunca le había permitido despertar) mi faceta de «freelance» o «autónoma», llamadlo como más os guste, al fin y al cabo no dejan de ser términos o etiquetas.

Creé este blog y lo que en un principio imaginaba que sería un entretenimiento hasta que encontrase un trabajo «de verdad» – sí, porque eso del teletrabajo, ganando una miseria por muchas horas que le dedicase, teniendo una carrera y un máster del universo, no entraba en mi cabeza ni en la de nadie que me rodease. Buscar un trabajo de verdad era mi objetivo principal y no debía salirme del camino que la vida me había marcado.

No sé deciros qué me pasó exactamente, ni cómo ni cuándo sucedió. Sólo sé que a pesar de lo que me decía la gente, empecé a plantearme muchas dudas existenciales (para mí eran las más existenciales del mundo mundial): ¿Y si lo mío no es recursos humanos? ¿Y si esto que ha comenzado un poco como hobbie se me da mejor que sentarme frente a un ordenador todos los días a hacer cribas curriculares? Y me dí cuenta de que, a pesar de no tener horarios, de trabajar fines de semana, de hacer colaboraciones gratuitas o de cobrar menos del esfuerzo que merecía cada uno de mis trabajos, NUNCA había sido más feliz laboralmente hablando.

Trabajo en algo que me gusta. Este blog es un pequeño escaparate – aunque para mí es mucho más que eso, porque no lo veo únicamente como una parte de mi trabajo, va mucho más allá de eso – que me sirve para que posibles clientes vean cómo trabajo, cómo escribo o cómo gestiono las redes sociales. Tener un trabajo que para mucha gente es un hobbie, a veces te hará escuchar cosas que no te gustan, del tipo «¿Pero tú cobras por esto?», «Desde luego, hay que ver cómo vives», «¿Y cuándo vas a buscar un trabajo de verdad?», «El pobre Fulanito trabaja muchísimas horas»… He aprendido a mirar a la gente que me plantea estas cuestiones a los ojos, asentir con la cabeza y pensar en otra cosa. Tratar de explicar a alguna gente que aunque mi trabajo me hace feliz, no deja de ser trabajo, es algo que he comprobado que no me aporta demasiado y que no hará que esas personas cambien de opinión.

Con este trabajo he aprendido muchas cosas, muchas más de las que podría haber imaginado en un principio: He aprendido a gestionar mi tiempo, a poner precio a mi trabajo, a organizar mi agenda, he aprendido a decir que no… y también que sí, he aprendido a no descontar horas en una jornada y a no mirar tanto el reloj. Ahora sé lo que supone disfrutar de un martes por la tarde libre  y lo que es trabajar un domingo hasta que se hace de noche. He comprendido que no todo el mundo tiene por qué entender el estilo de vida que has decidido vivir y he aprendido a relacionarme más con la gente. Esta profesión me ha enseñado a entender que en el trabajo también se puede reír e incluso bailar. He aprendido a reclamar lo que se me debe o a decepcionarme con proyectos que al final no han salido adelante. Este trabajo me ha enseñado (y me sigue enseñando cada día) mucho de mí misma  y sobre todo me ha enseñado a que, aunque sea lunes, el día esté gris y den lluvias durante toda la semana, me puedo levantar con una sonrisa.

Ser feliz en el trabajo es algo muy importante y no creo que solamente dependa de las funciones que desarrolles: El ambiente, los compañeros, un «gracias» o «buen trabajo», la motivación por parte de los superiores o compartir café o descansos con alguien que te haga desconectar de tus responsabilidades en determinados momentos son algunas de las cosas que pueden hacer que trabajar no se convierta única y exclusivamente en una obligación. Todo el mundo tenemos derecho a ser felices en lo que nos ocupa la mayoría de nuestro tiempo de lunes a viernes (o sábados y domingos también, dependiendo del trabajo que tengamos), así que intenta que tu jornada sea siempre lo más llevadera posible, alejándote de compañeros tóxicos que se lamentan más tiempo del que realmente trabajan o tratando de llevar de la mejor manera posible a esos jefes que parece que han dejado de ser personas para convertirse en seres que se creen dioses (o más bien verdaderos demonios). Y sobre todo, MUY importante: Aprende también a desconectar, que ningún trabajo se merece que pienses en él 24 horas al día.

Hoy, que mi oficina se ha quedado sin internet durante toda la mañana, os animo a que luchéis por vuestros sueños, pero deberéis tener en cuenta que no es un camino fácil, que requiere mucho esfuerzo y empeño. La felicidad laboral se consigue a base de trabajo, no hay otro camino y por último, os aconsejo que os pongáis el mundo por montera, que la gente opine lo que quiera; lo importante es que vosotros os sintáis realizados y sí, ser feliz en el trabajo es posible. Créedme.