Sobre pasear a los perros sin correa en Malasaña

Hace más de un año y medio adopté a un perrito que se llama Queco. Llegó a mi casa con muchos problemas de salud, no sólo físicos, sino también psicológicos: No tenía pelo y muchas costras y heridas en la zona de la cabeza y algunas partes del resto del cuerpo debido a una leishmaniosis no tratada, un peso mucho inferior al que correspondía por su tamaño y sin orejas ni rabo – además de un corte en la zona del cuello, imaginamos que para quitarle el chip. Este tipo de brutalidades se les hacen con frecuencia a los perros que se utilizan como sparring o para calentamiento de peleas entre perros más grandes. A ciencia cierta no sabría deciros qué tipo de vida ha llevado hasta ahora el pequeño Queco, sólo sé que tiene una serie de traumas que con amor y mucho cariño poco a poco van desapareciendo, como por ejemplo la ansiedad por separación, los llantos o el miedo atroz y el bloqueo cada vez que un perro grande se acerca a él. Todo es cuestión de tiempo y, aunque cada vez está mejor, experiencias como éstas, son inevitables que marquen el resto de su vida.

Queco durante una de sus curas en la Clínica Arco Iris
Queco durante una de sus curas en la Clínica Arco Iris

Como podéis comprobar por las imágenes, Queco ha sufrido mucho hasta llegar a ser el perrito que es hoy, con una vida feliz y sobre todo tranquila, pero ha sido un camino muy largo en el que yo he necesitado mucha ayuda, como adiestradores y cuidados especiales en los que a día de hoy seguimos trabajando. Con esta introducción sólo os quiero poner en antecedentes de cómo es Queco antes de hablaros del tema que ahora nos ocupa, porque quizás así logréis entender mejor mi posición. 

Queco a día de hoy
Queco a día de hoy

La semana pasada, paseando por la Calle Espíritu Santo a primera hora de la tarde, un perro grande y SIN CORREA le atacó. La cosa, a pesar de lo aparatoso que resultó todo, quedó en un susto y en una pequeña herida en el hocico, pero soy consciente de que podría haber sido mucho más grave porque la dueña tardó un tiempo en poder controlar a su perro, al que tuvo que tirar en medio de la carretera – frente a un camión que se vio obligado a frenar de golpe – y tumbarse encima de él. Queco pasó el resto de la tarde nervioso y detrás del sofá, algo que no tenía porqué haber sucedido si, CUMPLIENDO LA LEY, su dueña lo hubiese llevado con correa.

Por la noche, cuando volví a pasear a mi perro por la Calle Pez, otro perro grande y SIN CORREA, acompañado de dos adultos que no estaban en condiciones excesivamente óptimas – ustedes ya me entienden – vino hacia Queco y me ví en la obligación de sujetarle en brazos porque comenzó a temblar. En esa conversación escuché de todo: «Tranquila, que es muy bueno», «Los perros también necesitan libertad» y otras tantas que no mencionaré porque no vienen al caso.

Soy la primera en afirmar que EN NINGÚN CASO un conflicto entre perros es problema de ellos, sino de los dueños. Los perros son animales y aunque creamos conocerles al 100%, nunca sabemos cómo pueden reaccionar ante determinadas situaciones. 

En este barrio mucha gente con mascotas – entre ellos perros que se consideran potencialmente peligrosos – campan a sus anchas por calles y parques, haciendo que seamos los viandantes o los que llevamos a nuestras mascotas con correa – CUMPLIENDO LO QUE ESTABLECE LA LEY, NI MÁS NI MENOS – los que nos veamos en la obligación de estar pendientes de lo que pueda pasar. Comprendo que no tenemos demasiadas zonas ni parques para poder soltarles  que corran y jueguen entre ellos, pero la ley, le pese a quien le pese, está para cumplirla y quizás a esa gente no le vendría nada mal entrar de cuando en vez en la magnífica web de Sr Perro e informarse de cosas como éstas.

¿La solución? Yo lo tengo claro: DENUNCIAR CASOS ASÍ. Me niego en rotundo a que mi perro vuelva a verse en una situación de indefensión y yo de total y absoluta impotencia. Quizás, una vez sancionad@s, l@s dueñ@s poco respetuosos se piensen dos veces dejar a su mascota suelta que, además es también un peligro para ell@s en una zona de Madrid como Malasaña, con aceras muy estrechas y tráfico. 

Antes de soltar a tu perr@, piénsatelo dos veces: Empatiza con la gente a la que no le gusta que se le acerquen animales, piensa en qué pasaría si tu mascota sale a la carretera y en ese momento pasa un vehículo o un motorista, piensa que hay muchos perritos como Queco, que situaciones como esas le hacen revivir momentos duros y si todo eso no te parece suficiente, piensa que las multas en la Comunidad de Madrid por este tipo de cosas, pueden alcanzar los 300 €.